Recuperar las raíces cristianas

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Tras dos años de cancelaciones y restricciones por la pandemia del coronavirus, este verano se recuperan las fiestas patronales y las actividades que las rodean, que muchas personas estaban deseando que volvieran. Hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, además de ser festivo laboral, podemos decir que “toda España está de fiesta”, porque encontramos celebraciones, música al aire libre, comidas, concursos, procesiones… Pero, más allá de la “fiesta popular”, si preguntáramos el porqué de esta fiesta, la gran mayoría de la gente no sabría explicar la razón.
JUZGAR:
Lo primero que hay que tener presente es que ésta es una fiesta religiosa: la Iglesia ha celebrado esta fiesta desde el siglo IV. Y, debido a las raíces cristianas de España, se ha mantenido también como fiesta civil, debido a todos los actos religiosos, festejos y ferias que se organizan con motivo de esta celebración.
Pero, como ya escribió san Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Ecclesia in Europa”, “la pérdida de la memoria y de la herencia cristianas, unida a una especie de agnosticismo práctico y de indiferencia religiosa”, hace que “muchos europeos dan la impresión de vivir sin base espiritual” (7). Por eso hoy se habla de “la Asunción” o de “la Virgen de Agosto”, pero sin saber lo que esto significa. Y aunque “no faltan símbolos de la presencia cristiana, éstos, con el lento y progresivo avance del laicismo, corren el riesgo de convertirse en mero vestigio del pasado”. (7)
Esta situación tiene unas consecuencias, primero para los creyentes: “Muchos ya no logran integrar el mensaje evangélico en la experiencia cotidiana; aumenta la dificultad de vivir la propia fe en Jesús en un contexto social y cultural en que el proyecto de vida cristiano se ve continuamente desdeñado y amenazado” (7)
Pero esta situación tiene consecuencias para todos, creyentes y no creyentes: “Tantos hombres y mujeres parecen desorientados, inseguros, sin esperanza, y muchos cristianos están sumidos en este estado de ánimo. (7) Esta pérdida de la memoria cristiana va unida a un cierto miedo en afrontar el futuro. La imagen del porvenir que se propone resulta a menudo vaga e incierta. Del futuro se tiene más temor que deseo. Lo demuestran, entre otros signos preocupantes, el vacío interior que atenaza a muchas personas y la pérdida del sentido de la vida”. (8)
De ahí que la celebración de la Asunción de la Virgen María sea una oportunidad para recuperar algo de las raíces cristianas. Hoy estamos celebrando, como dice el dogma de la Asunción, “que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”. Y en el Prefacio diremos: “ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra”.
Hoy celebramos que la Virgen María, “asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste”, es esperanza para nosotros porque también un día podemos “participar con Ella de su misma gloria en el cielo” (oración colecta).
Hoy estamos de fiesta porque estamos llamados a seguir a la Virgen María. Aunque hoy la representemos rodeada de gloria, Ella fue una mujer de carne y hueso, humilde y sencilla. Antes de ser recibida “allá arriba”, tuvo que recorrer un camino duro y difícil “aquí abajo”. María demostró cómo vivir en la tierra, llevando una existencia ordinaria, como la nuestra, con dificultades, cansancio, preocupaciones… pero viviendo en plenitud la fe en Dios, la esperanza y el amor.
ACTUAR:
“La situación está marcada por graves incertidumbres en el campo cultural, antropológico, ético y espiritual”. (3) Y, aunque muchos no quieran reconocerlo, “la fe cristiana es parte, de manera radical y determinante, de los fundamentos de la cultura europea”. (108) Por eso, celebrar la Asunción de la Virgen María puede ser una oportunidad que Dios nos concede para recuperar las raíces cristianas de nuestra vida, sin estar en las nubes, con los pies bien plantados en la realidad pero con la mirada puesta en lo alto, como hizo María.
Nuestra vida tiene un sentido, una dirección y una meta, y “María, desde su asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina” (Prefacio III de Santa María Virgen). Su ejemplo es para nosotros un estímulo a seguir el mismo camino que Ella. Su propia vida nos muestra que no es preciso realizar acciones y obras extraordinarias, sino vivir bien arraigados en Dios en todo momento. Que María asunta al Cielo nos enseñe a meditar todas estas cosas en nuestro corazón y a recuperar las raíces cristianas de nuestra vida para que, por su intercesión, lleguemos un día, junto con Ella, a la gloria del cielo.